Las expresiones de desprecio están caracterizadas por la presión que se ejerce sobre la comisura de la boca cuando se experimenta esta emoción (acción del músculo buccinador – Action Unit 14 del código FACS* del Dr. Ekman). En este caso, la presión es más notoria de un lado del rostro que del otro, pero el desprecio también puede expresarse a través de un gesto en el que se presionan ambas comisuras. El hoyuelo y los pliegues de la piel que resultan de la mencionada presión es evidente. Si la comisura también se eleva (acción del músculo cigomático – Action Unit 12) hay un elemento de goce perverso. (Ver foto de la publicación – Flecha 1)
El movimiento del mentón hacia el cuello (chin tuck) agrega a la expresión un matiz de confrontación, pues dicha acción expresa advertencia, desafío y hostilidad. Un componente habitual del significado de esta acción es la evaluación de los dichos o actos de otra persona como contrarios a nuestros intereses, y por lo tanto amenazantes, ante lo que el lenguaje del cuerpo señala el incremento de la tensión y la disposición agresiva. (Ver foto de la publicación – Flecha 2).
Sentimos desprecio cuando evaluamos un estímulo como carente de valor, y en este sentido puede representar sensaciones de superioridad. El desprecio puede desencadenarse cuando los procesos senso-cognitivos de evaluación automática nos informan rápida y tempranamente que no necesitamos explorar el estímulo y lo podemos descartar. La falta de interés por el estímulo resguarda nuestro gasto de energía, dado que pone un freno al instinto exploratorio, natural tendencia humana ante aquello que no nos resulta familiar.
El desprecio, como emoción secundaria de la ira, puede resultar una emoción útil como válvula de seguridad contra la tendencia igualmente humana de llevar nuestra agresividad a su máxima capacidad destructiva. En una pelea, cuando la ira del vencedor deja su lugar al desprecio, el vencido podría preservar su vida, dado que el agresor pasa a menospreciar al contrincante y pierde el interés en seguir atacándolo. Sin embargo, la ira y el desprecio se potencian cuando la emoción del asco entra a formar parte de la ecuación, en este caso, nos encontramos con sensaciones de odio, y no solo se menosprecia al vencido, sino que se lo rechaza por su identidad como fuente de peligrosas perturbaciones futuras, y se desencadena la reacción de repugnancia que lleva al deseo de deshacerse del estímulo, destruyéndolo completamente. Se trata del climax del aspecto perverso que puede tener la emoción del desprecio.
Algo más respecto de la expresión de desprecio. También puede ser utilizada como manifestación de duda puntual o de actitud escéptica. Se trata de una regla de exhibición típica de las culturas mediterráneas (Latinoamérica, sur de Europa, Medio Oriente y norte de África). Cuando se vive en sociedades donde no hay confianza entre los miembros de los distintos estratos jerárquicos que la componen, ni incluso entre quienes son pares, y la mentira, el abuso y la intención manipuladora para obtener beneficios personales a costa de los demás son ubicuas, el desprecio puede funcionar como una emoción reguladora de las sensaciones opresivas que genera este funcionamiento social. En otras palabras, cuando no podemos evitar que los demás intenten engañarnos, por lo menos nos queda el recurso de despreciarlos. Es por eso que la expresión de desprecio aparece comúnmente en contextos en los que tenemos dudas sobre la veracidad de las declaraciones ajenas, y la expresión puede ser considerada como emblemática del significado verbal «No te creo nada».
Finalmente, el desprecio también puede tener una función positiva. Puede ocurrir que se desencadene debido a sensaciones de indignación respecto de un comportamiento o idea infame, es decir, discriminatoria, egoísta o cruel. Este sería su valor para la evolución humana.
Autor de este artículo: Dr. Sergio Rulicki
*FACS – Facial Action Coding System