Dr. Sergio Rulicki, antropólogo y comunicador social. Director de la Diplomatura en Comunicación No Verbal de la Escuela de Posgrados en Comunicación de la Universidad Austral.

El foco del tipo de análisis que yo practico es la integración del lenguaje verbal y no verbal. El lenguaje no verbal no puede considerarse de manera aislada respecto de los contenidos del discurso verbal. Lo importante es observar cómo se integran, sus coherencias y contradicciones.

MAURICIO MACRI

En este debate los gestos de Mauricio Macri fueron mucho más deliberados, estuvo mucho más en control, se sintió en su salsa, fue de menor a mayor. Usó mejor las cejas para enfatizar, por ejemplo cuando dijo: “sé que hay muchos que están enojados”, produjo un microgesto de tristeza, que consiste en elevar los extremos internos de las cejas y acercarlos entre sí, produciendo arrugas concentradas en el centro de la frente.

Su tendencia a llevar las cejas hacia arriba y a mantenerlas en esa posición, gesto de perplejidad e indignación, resultó mucho mejor aplicada esta vez, por ejemplo cuando habló de las víctimas de la inseguridad, sin embargo, resultó mal aplicada cuando habló de las medidas a tomar al respecto, ya que allí debió haber mostrado determinación bajando las cejas. Tuvo errores de dicción se comió las sílabas, algo que le ocurre cada vez que el nerviosismo supera su capacidad para mantenerse en control de sus sensaciones emocionales. Se fue asentando con el transcurso del debate, la pelea “chicanera” le sienta bien.

Cuando el tema fue la calidad institucional habló más rápido y realizó gestos ilustradores con las manos que acompañaron el mayor dinamismo que le imprimió al ritmo de su enunciación. Esta vez Macri capitalizó su habilidad para comunicar indignación. A diferencia de lo que sucedió durante el primer debate, cuando al terminar con la frase “Yo estoy convencido de que podemos” produjo la elevación de las cejas característica de los estados cognitivos de perplejidad, y por lo tanto, contradictoria con el sentido de su discurso verbal, esta vez, exactamente al terminar de pronunciar sus palabras finales produjo una mirada gélida, que podría traducirse por la frase: “hice lo que tenía que hacer”.

Macri no sintió ningún tipo de  culpa ni de vergüenza, ningún tipo de ambigüedad interna entre su discurso y lo que sabe (o debería saber) que es la realidad. Por eso emitió una mirada que llamo “predadora”. Macri sintió que cumplió con su objetivo: “cazar a su presa”. Macri se sintió mucho más satisfecho que con su desempeño que con el que tuvo en el debate anterior. Me pregunto si en estos días no habrá aprendido a hacer el gesto de tristeza a voluntad y a dominar el movimiento de bajarlas para mostrar determinación. Una demostración más de su capacidad para la comunicación manipuladora.


ALBERTO FERNÁNDEZ

Alberto Fernández arrancó refiriéndose a la Facultad de Derecho de la UBA en la que transcurría el debate: “Aquí aprendemos lo que es el estado de derecho”, y usó el dedo índice hacia abajo, lo que puede traducirse por la frase: “las cosas son como yo digo y acá se hace lo que yo digo”. Se trata de un  gesto de autoridad. Cada vez que le tocaba hablar, realizó un gesto algo abrupto encogiendo los hombros y llevando las manos hacia arriba. Se trata de un gesto cuyo significado tiene una connotación de decepción y algo de impotencia respecto del estado de las cosas, obviamente, responsabilidad de Macri. 

Fernández tuvo un nivel de ilustración gestual de su discurso verbal que resultó demasiado bajo en términos de proyectar entusiasmo y produjo el balanceo, de su cuerpo, es decir, el pasaje del peso de un pie al otro con demasiada frecuencia. El balanceo canaliza el exceso de tensión, y puede aliviarlo un poco, pero no lo elimina y resulta contraproducente con la proyección de aplomo, que requiere una estabilidad corporal mayor, con mayor alineamiento con el eje de la cabeza y columna hacia la tierra. Tuvo un lapsus cuando no pudo decir “conflicto de intereses” o “incompatibilidad de intereses como luego le acotó Del Caño, otra muestra de alto nerviosismo.

Alberto produjo algunos errores de dicción sobre todo con relación al tema de la calidad institucional. A través de su paralingüística, es decir, de las cualidades de su voz y su enunciación, y a pesar de su disfonía que parece crónica, Alberto Fernández manifestó de manera enfática su oposición a la visión de país del presidente Macri, sin embargo, en algunos casos no tuvo el énfasis verbal necesario como por ejemplo cuando habló del medio ambiente y dijo: “Vamos a pedirle a la minería que se desarrolle de manera sustentable”, cuando lo que podría haber dicho es que iban a “exigirle” ese tipo de desarrollo.

Alberto Fernández se mostró serio y comprometido con su discurso, y a diferencia del debate anterior no sonrió ni una sola vez. Pareció más controlado emocionalmente en el sentido de que sus expresiones faciales, si bien contuvieron elementos de gran preocupación, no mostraron la angustia que se le filtró en el debate anterior. Creo que cerró de manera débil al hacer referencia a una canción de María Elena y enumerar la historia de los fracasos argentinos, ya que no se entiende porqué si él, Néstor y Cristina pusieron al país de pie, después vino Macri.